¿Eres de las personas que suelen recalentar el café? Y es que es inevitable que en ocasiones surja la necesidad de recalentar una taza de café que no se pudo tomar cuando estaba previsto por cualquier motivo. Antes que desperdiciarlo tirándolo, es normal pensar, con la mejor intención, en recalentar el café. ¿Es seguro hacerlo?
Cualquier amante del café te aconsejaría enseguida que te deshagas rápidamente de esa idea, puede que incluso los más puristas se ofendan con solo escuchar la propuesta. ¿A qué se debe esta mala fama del café recalentado? En Incapto te lo contamos.
Cómo recalentar el café
Todo lo dicho es cierto, pero también lo es que hay matices. Recalentar un café siempre es poco recomendable, pero hay formas de hacerlo sin que resulte un problema para nuestra digestión y estropeando lo mínimo posible su aroma y sabor, es decir, sus propiedades organolépticas.
Para empezar, lo más importante es que cuando lo recalientes, no eleves nunca la temperatura del café por encima de los 60º C. Esta es muy inferior a la que se suele usar en su preparación, pero se hace precisamente para evitar desencadenar de nuevo las reacciones químicas que no deben producirse más que en su primera preparación.
Así, las claves son un calentado uniforme y lento, para el que lo ideal es usar el fuego de la cocina o vitro, o el microondas.
Si usas el microondas, asegúrate primero de reducir la potencia de éste a como mucho el 80%. Mete el café en el microondas en una taza adecuada para ello, y caliéntalo siempre en pequeños intervalos de 30 segundos hasta conseguir esa temperatura uniforme de 60 grados aproximadamente. Remuévelo con suavidad después de cada calentado y añade otros 30 segundos si aún sigue frío. Dependiendo de la temperatura a la que estuviera, puede que necesites entre 1 y 3 intervalos.
Si usas el fuego es más sencillo, pues basta con calentarlo a fuego muy bajo en un cazo u olla pequeños, hasta alcanzar una temperatura adecuada para tomarlo.
Más sencillo es recalentar el café preparado en frío, cuya elaboración distinta permite calentarlo con menos problemas. Para ello calienta previamente la taza añadiendo un poco de agua hirviendo en ella, pasándola por toda la taza y tirándola después. Añade ahí el café frío hasta la mitad de la taza, y añade luego un poco de agua hirviendo que hayas dejado reposar 5 minutos o leche al vapor. Bébelo en cuanto puedas sin dejar que se enfríe.
Cómo NO hacerlo
¿Cómo no recalentar el café entonces? Teniendo en cuenta lo dicho, nunca recalientes el café por encima de los 60º C. Tampoco debes recalentarlo usando una cafetera de las que lo mantienen caliente por resistencia, pues una exposición prolongada al calor acabará por amargarlo en gran medida y hacerlo indigesto. Además, si el café está muy amargo es más probable que cometas excesos con el azúcar o el picoteo de cosas dulces, lo cual no es recomendable para tu salud.
Tampoco debes recalentar el café si este lleva leche o cualquier otro añadido lácteo, pues estos componentes tienden a empezar a transformarse en cuanto abandonan el frío de la nevera, y recalentarlos alterará en profundidad el sabor y textura de tu café.
Por último, no recalientes café que lleve mucho tiempo fuera, especialmente si contiene lácteos de cualquier tipo, pues sus propiedades pueden haberse echado a perder. Por norma general, no deberías recalentar ningún café que lleve más de dos horas hecho.
La importancia del tueste del grano de café
No podemos terminar este artículo sin hablar un poco de ciencia, y es que tras nuestra bebida favorita se esconde un proceso largo y complejo, estrechamente ligado a la química. Para empezar, el café se diferencia del té en que, cuando hacemos una infusión con sus granos, estos están tostados. Si masticaras unos granos de café verdes te llamaría la atención su sabor marcadamente amargo, como les pasó a los monjes que los probaron en la mítica historia del pastor Kaldi, que nos narra un imaginativo origen de la bebida.
Es el tueste del grano lo que provoca que algunos de los ácidos presentes en el café se degraden y se transformen en azúcares, que le dan el sabor que conocemos. Una buena preparación del café hace que, al añadir el agua a la temperatura adecuada, extraigamos del grano tostado y molido los componentes que dan al café sus mejores aroma y sabor, dejando fuera otros ácidos y aceites indeseados.
Un exceso de calor llevará a arruinar la delicada reacción, provocando que el grano libere más componentes que darán al café un sabor amargo y desagradable, a la vez que los aromas, más volátiles, se pierden. Exactamente, lo mismo que ocurrirá, aún más marcadamente, si recalientas tu café.
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